RETRATO
Creo que nadie ha picado más cebolla en su vida que ella tras 60 años dedicada a cocinar. ”La cocina se ama!”, dice, parada junto a la estufa vigilando el sartén, orgullosa tanto del brillo que le sacó al piso a punta de trapeador, como de la deliciosa sopa que preparó y yo me comí con mucho gusto.
Ese entusiasmo, se extiende a su diario vivir y continuamente agradece tener trabajo y comida. “¡Qué bueno, bendito sea Dios!”, es su expresión favorita. Al principio, sus atenciones pueden resultar abrumadoras, pero pronto uno descubre que tiene una auténtica vocación de servicio que la hace feliz.
A sus 74 años, se conserva activa y fuerte, aunque empieza a padecer algunos achaques. “El cuerpo nos da mucho y nosotros no lo cuidamos, ni le agradecemos”, me dijo un día, esta mujer que estudió solo hasta tercero de primaria y que disfruta la vida como ya quisiéramos muchos.
La escucho que canta en la cocina, aunque está triste por la muerte de su ídolo, Vicente Fernández. Me contó que fue a 5 conciertos suyos a lo largo de muchos años y que la primera vez apenas completó el dinero para comprar su boleto, y tuvo que irse a pié. “Pero era yo joven y mi sueño era verlo como fuera” dice sonriendo y agrega “Hay que soñar siempre, ¿verdad?”.
Ahora cuando se jubile quiere tener gallinas allá en su pueblo, adornar su cocina con cazuelas de barro y poner una tiendita… Yo la felicito y agradezco haberla conocido.