lunes, 25 de enero de 2021

POR LAS CALLES DE LA MEMORIA

 

SONIDOS DEL PASADO

El silbato del carrito de los camotes, el sonar de la campana de la basura, la voz grave del que anuncia “el gaaaas”, la marimba con los músicos que la cargan, de esquina en esquina, para tocar alegres sones con caras impávidas y hasta un silbido de admiración  escuché.  Son los sonidos del pasado que siguen presentes en la colonia San Miguel Chapultepec.


Treinta y seis años han transcurrido desde que me mudé a otros rumbos, y hoy me encuentro una colonia  de contrastes: entre edificios modernos y casas añosas, entre millennials que ocupan los departamentos nuevos y gente  que vive aquí  desde su tatarabuelo y camina por las calles de su viejo y céntrico barrio.


Como yo, cuando de joven viví  en una casa con gran jardín, caminaba a la tiendita de Don Chon a comprar golosinas y  Don Alfonso era el abarrotero.  Hoy sigue habiendo muchos tenderos que son don y muchas doñas que cocinan y venden comida en pequeñas fondas.


Por supuesto también hay una papelería cercana, farmacia, cafecitos, etc., así como un carpintero, y cerrajero que por cierto me salvó cuando sali a caminar y perdí las llaves del departamento  donde estoy temporalmente viviendo. 


Aquí estoy escribiendo y veo por mi ventana las ramas de un limonero que me  recuerda los de Tequesquitengo.


Son muchos los recuerdos que me traen mis caminatas por el barrio de San Miguel, los sonidos que escuché de joven me remontan a los tiempos en que trabajaba en Televisa Chapultepec y estudiaba la licenciatura en Comunicación.  Fueron casi 10 años desde que empecé en radio, la estación XEX que transmitía 16 horas continuas de noticias.  Mis pininos en cabina consistían en leer las noticias impresas que llegaban de los teletipos de las distintas agencias informativas, y de ahí pasé al noticiero nocturno de canal 5, pero esa es otra historia.


Hoy se trata de San Miguel Chapultepec que, como todos los barrios antiguos de la ciudad de México, refleja tanto el corazón del mexicano “luchón” y  solidario con el vecino que sigue con el mismo oficio heredado  por generaciones, como también refleja la desidia del mexicano sin oficio ni beneficio, que se la pasa en la calle, parado en una esquina, sin esperar nada, ni a nadie.



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