DE LOS 4 QUE TENÍA...
Otro hijo que se va y como dice la canción infantil, "de los 4 que tenía, ya no más me queda uno..." Con él se lleva al niño risueño, de grandes ojos azules, que todo indagaban y de todo preguntaba por qué, el niño soñador y cariñoso que fue y aún vive en su interior, tras la expresión seria, la altura y la fuerza de un hombre de trato reservado y palabras escuetas. Y me quedaré con cierta nostalgia, sí, pero sobretodo satisfecha y orgullosa de verlo independizarse y tomar su propio camino...
Un mes antes...
Adiós, ma..., hola, ma. Es casi lo único que escucho de mi hijo de lunes a viernes, cuando se va a trabajar temprano y regresa hasta en la noche, arrastrando el cansancio de todo el día...

Para el trabajo, es el más responsable; si se trata de la fiesta, es el más puesto y hace amigos con facilidad. Además de tener un carisma especial, es alguien con quien puedes contar, quizá no tanto para cambiar un foco, pero sí para correr a ayudarte si te chocó un camión o si estás en urgencias porque tu mamá sufrió un derrame cerebral..
Mientras escribo, escucho que alguien llega y luego él se asoma por mi puerta a saludar: "¡Hola ma!, te traje una sorpre", dice dándome un chocolate y un beso de buenas noches.
El último día...
Será sábado, el día de la mudanza. En la mañana escucharé la televisión encendida en su recámara, como ocurre todos los días cuando llega del trabajo, y se encierra en su "cueva", a soltar el cuerpo y distraer la mente del estrés y afán cotidiano.
Por última vez, tocaré a la puerta y entraré a sentarme en su cama para platicar, como lo hacemos de vez en cuando. Le diré “te voy a extrañar, mijito”, y se me quebrará la voz, porque de por si lloro por todo. El me tomará la mano y dirá “yo a ti, mami”...
Eso sería todo... y nos quedaremos en silencio, hasta que suene el timbre avisando que el camión de la mudanza ha llegado.