domingo, 6 de enero de 2019

SALVAR LA DIGNIDAD...


¡Aunque caigas de sentón!

No es lo mismo caerse a los 3 años –como mi nieto que se cae tres veces al día–  que caerse a los 20, y menos, si te caes a los 60 y tantos;  entonces,  lo único que quieres es levantarte de inmediato y poner cara de que no pasó nada…


Sobretodo, si andas sola de viaje, bajando una escalera en la calle y de pronto,  zás...¡caída de sentón!  Lo más rápido que puedes ya te estás parando, sacudiéndote el polvo y sobándote  el ego dolido, en medio de gente que pregunta si estás bien. Contestas "sí, sí, gracias", pero con un pié medio torcido y un codo raspado, cuando viene el  colofónuna mujer española mayor clara y audiblemente explica a la audiencia –incluidos los curiosos de más atrás por si no se han enterado–  "que la señora se ha caído de culo “… 
Ante eso, solo queda reír, agradecer los aplausos y salir del escenario, echando a andar con el mayor decoro posible.

Así, crudamente, con el pié hinchado y amoratado, te das cuenta que quizá es hora de ser un poco cauteloso, que ir rebasando a "los viejitos que bajan muy lentos las escaleras", no es recomendable, cuando tú también, ya tienes tus añitos y puedes pasar a ser "la señora que se cayó de culo".

Es difícil aceptar que la edad trae nuevas condiciones físicas o mentales, para no decirles limitaciones.  Sin embargo, es innegable  que en menor o mayor grado hay cambios y lo saludable es aceptarlos, manteniendo la actitud positiva, sin dejar de ser activos, aprender y  emprender cosas...

En algún punto, surge el tema de la dignidad que adquiere peso sobretodo, si nuestros padres sufren un deterioro físico avanzado y empiezan a perder la autosuficiencia, dependiendo de alguien más, a veces, hasta para ir al baño.  Ese es el fantasma de peor cara:  llegar a convertirse en una carga para otros y sentir que se pone en riesgo la dignidad más elemental.

El envejecimiento no solo les ocurre a los demás.
Por más obvio que esto sea, cuántas veces al ver a amigos de la juventud hemos pensado qué acabado se ve fulano, o qué traqueteada está sutana,  y, pobres ilusos, ni se nos ocurre que muy probablemente ellos están pensando lo mismo sobre nosotros.  Como yo, ya ven, presumiendo de agilidad junto a los "viejitos".... siquiera no me rompí un hueso.




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