MUDARSE DE CASA, MUDARSE DE VIDA
Mucha gente al llegar a la llamada tercera edad, decide vender la casa donde creció la familia que ahora le queda grande, para cambiarse a un lugar de menor tamaño, quizá de una sola planta, por aquello de las amenazantes escaleras que cada día parecen más largas.
El hecho es que cambiarse de casa, después de habitarla durante 20 años o más, se dice fácil, pero es una verdadera hazaña física y emocional que implica un ejercicio de desprendimiento por parte de toda la familia para dejar atrás un importante ciclo vital.
Hay que soltar amarras, perder peso, y viajar ligero, y sobretodo, mantener la cordura
El proceso empieza con vaciar cajones para revisar qué llevar, qué desechar, y encontrarse con objetos olvidados que tenían siglos
guardados, cada uno con una historia que contar. Fotos de viajes, de festejos, de
reuniones, un calcetín sin par, una
estampita de un bautizo, cuadernos, alguna carta.., revoltijo de cosas y de
emociones, de momentos y experiencias.
Se pregunta uno si las paredes hablaran, ¿qué dirían?
Hablarían tanto de las risas, como de las lágrimas,
de los gritos y sombrerazos, los besos y abrazos que presenciaron,
de los anhelos y miradas perdidas a través de las
ventanas, los sueños realizados y otros que se quedan atrás,
junto con la casa... pero no hay mucho tiempo para
escuchar a las paredes, ni para los suspiros y ensoñaciones… ¡La
realidad te persigue!

El
estrés puede volverte loco. Muchas veces, yo me quedaba en pausa parada en la mitad de un cuarto,
viendo fijamente una caja con la mente
en blanco o repitiendo un estribillo sin sentido, por ejemplo, ["Dime cuando tú, dime cuando tú vas a
volveeer..."] ajá, con la voz de Juan Gabriel resonando en mi cabeza y sin
atinar a pensar o actuar. De milagro no enloquecí, pero eso
sí bajé unos kilos y me salieron canas nuevas.
Al final después de la mudanza, recorres la casa vacía, que te cobijó por casi una vida, donde crecieron tus hijos y disfrutaste de momentos inolvidables; te despides de ella y cierras la puerta por última vez, cerrando al mismo tiempo un ciclo vital durante el cual cumpliste todas las tareas de la paternidad y la maternidad: formar a tus hijos, cuidarlos y acompañar su crecimiento, poniendo su bienestar antes que el tuyo, hasta verlos convertidos en adultos independientes a cargo de si mismos y quizá ya haciendo su propia familia.
Y estamos listos para emprender otra etapa donde nos toca adueñarnos de nuestra propia vida, darle un nuevo valor a estos años, seguir activos, aportando al entorno familiar y social, ser creativos y entusiasmarnos con nuevos proyectos.
Y estamos listos para emprender otra etapa donde nos toca adueñarnos de nuestra propia vida, darle un nuevo valor a estos años, seguir activos, aportando al entorno familiar y social, ser creativos y entusiasmarnos con nuevos proyectos.