domingo, 18 de noviembre de 2018

FALTAN LOS HIJOS Y SOBRA ESPACIO

MUDARSE DE CASA, MUDARSE DE VIDA



Mucha gente al llegar a la llamada tercera edad, decide vender la casa  donde creció la familia que ahora le queda grande, para cambiarse a un lugar de menor tamaño, quizá de una sola planta, por aquello de las amenazantes escaleras que cada día parecen más largas.

El hecho es que cambiarse de casa, después de habitarla durante  20 años o más, se dice fácil, pero es una verdadera hazaña física y emocional que implica un ejercicio de desprendimiento por parte de toda la familia para dejar atrás un importante ciclo vital.

Hay que soltar amarras, perder peso, y viajar ligero, y sobretodo, mantener la cordura


El proceso empieza con vaciar cajones para revisar qué llevar, qué desechar,  y encontrarse con objetos olvidados que tenían siglos guardados, cada uno con una historia que contar. Fotos de viajes, de festejos, de reuniones,  un calcetín sin par, una estampita de un bautizo, cuadernos, alguna carta.., revoltijo de cosas y de emociones, de momentos y experiencias. 


Se pregunta uno si las paredes hablaran, ¿qué dirían?   Hablarían tanto de las risas, como de las lágrimas, de los gritos y sombrerazos,  los besos y abrazos que presenciaron, de los anhelos y miradas perdidas a través de las ventanas,  los sueños realizados y otros que se quedan atrás, junto con la casa...  pero no hay mucho  tiempo para escuchar a las paredes, ni para  los suspiros y ensoñaciones… ¡La realidad te persigue!

Te sientes como haciendo malabares en un circo, con tantas pelotas en el aire como para volverse loca:  vendiendo unos muebles y comprando otros, empacando muchas cosas y desechando más, entregando documentos en una notaría para la venta de la casa y en otra, para la compra de la nueva, un día un trámite en la delegación y otro en la Tesorería y al mismo tiempo,  juntas de trabajo y citas con clientes.

El estrés puede volverte loco.  Muchas veces, yo me quedaba  en pausa parada en la mitad de un cuarto, viendo fijamente una caja  con la mente en blanco o repitiendo un estribillo sin sentido, por ejemplo, ["Dime  cuando tú, dime cuando tú vas a volveeer..."] ajá, con la voz de Juan Gabriel resonando en mi cabeza y sin atinar a pensar o actuar.  De milagro no enloquecí, pero eso sí bajé unos kilos y me salieron canas nuevas.  

Al final  después de la mudanza,  recorres la casa vacía, que te cobijó por casi una vida, donde crecieron tus hijos y disfrutaste de momentos inolvidables; te despides de ella y cierras la puerta por última vez, cerrando al mismo tiempo un ciclo vital durante el cual cumpliste todas las tareas de la paternidad y la maternidad: formar a tus hijos, cuidarlos y acompañar su crecimiento, poniendo su bienestar antes que el tuyo, hasta verlos convertidos en adultos independientes a cargo de si mismos y quizá ya haciendo su propia familia.  

Y estamos listos para emprender otra etapa donde nos toca adueñarnos de nuestra propia vida, darle un nuevo valor a estos años, seguir activos, aportando al entorno familiar y social, ser creativos y entusiasmarnos con nuevos proyectos.

Ante nosotros se abre la posibilidad de transformar la llamada tercera edad, en la edad dorada después de los 60 años, lo cual es tema para otro día.






EL SHOCK DE LA TERCERA EDAD

APRENDER A HACERSE VIEJO Cuando la gente empieza a hablarte de usted, te ofrece el asiento en una sala de espera o cargar tu bolsa del súper...